¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ?

Tres veces Miranfú : Ese lobo feroz (y musical)


El pasado lunes 16 nuestro profesor de lectoescritura no pudo venir y en su ausencia nos mandó una tarea. Consistía en sacar el tema e idea principal e hiciéramos un breve resumen sobre el siguiente texto de Carmen Posadas - ¿Quién teme al lobo feroz?:

"«Abuela, ¿existen los malos?». La pregunta me cogió completamente desprevenida. Mi nieta Carmen quería saber algo que ningún niño de otras generaciones hubiese preguntado jamás. Porque los niños de generaciones anteriores, la mía, la suya, la de mis hijas incluso, sabían que había malos y buenos. Ni siquiera hacía falta que se los asustara con detalles sangrientos como los que aparecen en los cuentos tradicionales para que estuvieran sobre aviso de los peligros que podían encontrar por ahí. Se dice siempre que los cuentos cumplen -o al menos cumplían- esa función, utilizar un mito para que los niños comprendieran la realidad. El problema es que, en sus versiones originales, estas narraciones son terribles. El lobo se come a la abuelita, Piel de Asno huye porque su padre quiere casarse con ella (sic) y Pulgarcito es abandonado en el bosque por sus padres, que tienen ya otros siete hijos y no pueden alimentar tantas bocas. Sí, los cuentos clásicos son crueles. Ni siquiera estaban pensados para el público infantil, sino que recogían viejas narraciones y leyendas que iban pasando de padres a hijos. Sin embargo, cumplían una función. Según Bruno Bettelheim, célebre autor de Psicoanálisis de los cuentos de hadas, los cuentos ayudan a entender la vida. ¿Cómo? Según él, dándonos herramientas para resolver problemas y conflictos psicológicos en el plano simbólico. Otros expertos han observado que en los primeros diez años de la vida la mente aprende más y mejor a través de la narración de cuentos, puesto que los arquetipos y la naturaleza mágica de estos hacen más fácil la comprensión de conflictos humanos que el niño no alcanza a entender de otro modo. Yo, por mi parte, pienso que estas viejas narraciones son una especie de vacuna. El niño, protegido en brazos de sus padres mientras leen juntos un libro, ‘vive’ las dificultades, las penurias e incluso los terrores que experimentan los personajes aprendiendo así y de forma vicaria que en el mundo pasan cosas malas, que no todo es Disneylandia, como ahora hacen creer a los pequeños. Está muy extendido ese afán de preservar a los niños de todo lo ‘feo’, no sea que se traumen. De ahí que se les diga que el dolor no existe, tampoco las injusticias ni la muerte; todo el mundo es bueno. Y eso de pintar la vida de rosa estaría muy bien si no fuera porque la realidad va por otro lado y ellos lo ven todos los días. En las noticias de la tele, por ejemplo, que hablan de niños desaparecidos o muertos; también en el colegio donde conocen -o tal vez incluso sufren- casos de bullying o abusos. Después de que se supiera que Gabriel Cruz había encontrado la muerte a manos de la pareja de su padre, diversos especialistas explicaron en los medios de comunicación cómo había que hablar a los pequeños de lo sucedido. Casi todos recomendaban decir a los niños que la autora de la muerte era una persona «enferma», que se trataba de un caso muy raro, que no se preocuparan, que nunca les iba a pasar a ellos. Aconsejaban, además, que los pequeños no vieran la televisión, misión no solo imposible, sino que transmite un mensaje ambiguo a los niños. Por un lado se les dice que todo el mundo es bueno y por otro no se los prepara para el momento cuando, inevitablemente, descubran que no es así. Por eso yo, que no soy psicóloga ni experta en educación infantil, pienso que es más eficaz el método anterior, el del lobo feroz. Si educar es preparar a los niños para lo que ha de venir, ¿por qué no usar los mitos y las leyendas para hablar de lo que es tan difícil abordar de otro modo? Decirles, por tanto, que sí existen los lobos y que, si ya no se zampan a las abuelitas como antes (tampoco hay que ponerse tan gore), desde luego no nos invitarán a ir al bosque a coger petunias. O a lo mejor resulta que sí nos lo proponen, pero no hay que creerles, porque los lobos son malos. Más aún, la mayoría viste piel de cordero, de modo que uno nunca sabe quién es una cosa u otra. ¿Que el niño se trauma, se raya, se pone triste al oír eso? ¿Está usted muy triste/rayado/traumado por los cuentos que le contaron de niño? Yo tampoco."


He querido hacer una entrada de este texto porque me ha parecido muy interesante lo que comenta y está relacionado con el tema del cuento "Caperucita Roja" que llevamos trabajando desde principio de curso. 

Empiezo mi reflexión diciendo: Yo tampoco. Yo tampoco estoy traumada, ni triste, ni rayada y he escuchado de pequeña y de adulta miles de veces los cuentos tradicionales o populares.
Personalmente, creo que el tema y la idea principal de este texto es la sobreprotección que se tiene hoy en día con los niños y niñas. La generación de adultos de la sociedad actual, parece tener miedo de enfrentarse a la realidad. Tratan de camuflar o disfrazar todo aquello que parece "un poco menos bueno o un poco más feo" de lo normal y que realmente existe y ha existido siempre. Y así esta pasando, los niños están confusos hasta el punto de preguntar si "existen las cosas malas". 

Sí, sí existen las cosas y las personas malas, y sí, también existen muchos lobos con piel de cordero. Por eso pienso que por un lado, hay que enseñar a los niños mediante los cuentos, fábulas o leyendas, de manera metafórica, algunas situaciones con las que se pueden chocar de adultos e incluso de niños. 
Y por otro lado, también es importante enseñar a los padres que la sobreprotección no beneficia a sus hijos, sino todo lo contrario, ya que les hacen más vulnerables e inseguros.

No, no se trata de hacer a los niños desconfiados o asustarlos de todo lo que les rodea. Se trata de dar las herramientas y la información necesaria para que ellos mismos sean los que decidan si quieren confiar o no, pero teniendo en cuenta que tendrán cierta base de conocimientos sobre aquello que puede pasar en caso de hacer o no hacer "X" cosa.

Hace unos años, mi padre me contaba qué cuando era pequeño jugaban en las calles por la noche o iban ha hacer la compra solos, es decir, que eran más autónomos o menos dependientes de los adultos. Es más, me dijo que "Sus padres les hacían "fuertes" tanto a sus hermanos como a él y les preparaban para ser adultos y conscientes de la vida que en un futuro pasarían a vivir en primera persona".
Resultado de imagen de lobos con capa de corderoParece que no había tanta sobreprotección y da la sensación de que había menos desapariciones, raptos o asesinatos. Ahora vivimos con miedo de prácticamente todo. Miedo de ensuciarse, miedo de dar un paseo, miedo de caerse, miedo a cambios en nuestra vida... en definitiva, parece que vivimos con miedo a vivir.
Y es precisamente del miedo  de lo que se alimentan aquellas personas (lobos) camufladas en cuerpo de cordero. 
Tener miedo es bueno y en muchos casos inevitable, pero no podemos dejar que el miedo nos controle. Hay que superar los miedos. 
Los miedos se superan cuando los conoces y les plantas cara. Por eso es necesario  enseñar a los niños a que conozcan los miedos que hay en el mundo y sus miedos personales, ya que sino, puede que cierto día se encuentren con cierta situación "mala" con "gente no buena" y a la hora de la verdad, no sepan ni siquiera racionar y no sean capaces de afrontar esos miedos nunca. 
"Es mejor prevenir que curar". 


Firmado: La monstrua Ruth Román Regueiro.

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